lunes, 24 de marzo de 2008

eL Peligro de los Brujos!


Brujer�a
Naturaleza e historia

Ver tambi�n: Adivinaci�n | Hechicer�a | Magia | Satanismo | wicca
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Es dif�cil distinguir claramente entre brujer�a, hechicer�a y magia... Estas pr�cticas utilizan medios ocultos (fuera de la revelaci�n dada por Dios) para producir efectos mas all� de los poderes naturales del hombre. La brujer�a se adapta a los tiempos modernos y abunda aun en los libros populares para ni�os. Ver: Harry Potter

Nos escriben: "La brujer�a no es mala. En ella realmente no hay dioses o demonios ya que esos son solo conceptos de la religi�n cat�lica aplicados a la brujer�a. Adem�s, la brujer�a no tiene nada que ver con el satanismo. Cuando se confunde con este es generalmente por dos razones:

1 El satanismo utiliza, aunque invertido, el pentagrama de la brujer�a, para sacrificios humanos y de animales. En la brujer�a este pentagrama solo significa el equilibrio entre el agua, el fuego, la tierra, el aire y el esp�ritu del ser humano.
2 En la antig�edad se llamaron brujas o brujos a todos aquellos que renegaban de la fe Cat�lica.

Simplemente son creencias de cada quien y respeto su opini�n.

RESPUESTA:
Padre Jordi Rivero

Es un error intentar imponer la fe. En algunos lugares y en diferentes �pocas eso ocurri� por parte de todas las confesiones importantes. El Papa pidi� perd�n por los cat�licos. �Alguien mas ha pedido perd�n? En la actualidad se cae con frecuencia en otro error: el relativismo; seg�n el cual nada es bueno ni malo sino que todo depende de la opini�n de cada cual. Esta posici�n evita discusiones pero evita tambi�n la posibilidad de crecer en el conocimiento de la verdad.
�Es lo mismo creer en Dios que no creer?, �La verdad, importa?

Si los brujos no creen en el diablo seg�n lo conoce la revelaci�n cristiana, no por eso dejan de recurrir a el ya que la brujer�a implica por lo menos una b�squeda de la intervenci�n de esp�ritus. Quien abre la puerta a los malos esp�ritus queda involucrado con ellos. La brujer�a implica la creencia en una realidad invisible a la que el practicante queda atado. Las Sagradas Escrituras y los Padres ense�an que se trata de una entidad diab�lica (Dt 18,12). Con frecuencia he orado por personas que han sido v�ctimas de "trabajos" de brujer�a.

El rechazo a la brujer�a no comienza con la Iglesia Cat�lica. Como podr� ver en este art�culo, la condena ya exist�a en el Antiguo Testamento. Tambi�n el Imperio Romano penalizaba ciertas actividades de la brujer�a con la pena de muerte.


�Por qu� se recurre a la brujer�a?

La ayuda que ofrece la brujer�a se busca por diferentes razones. Las principales son: Para hacer da�o a quien se odia; para atraer la pasi�n amorosa de alguien; para invocar a los muertos; para suscitar calamidades o impotencia contra enemigos, rivales u opresores reales o imaginarios; para resolver un problema se ha convertido en obsesi�n y ya no importa por que medio se resuelve.

Pr�cticas de los Brujos

La brujer�a data desde los tiempos de la antigua Mesopotamia y Egipto. As� se demuestra la Biblia al igual que en otros antiguos escritos como el C�digo de Hammurabi (2000 a.C.).

No todos los brujos siguen las mismas pr�cticas Pero no es extra�o que el brujo haga un pacto con esp�ritus, abjure a Cristo y los Sacramentos, haga rituales como parodias de la Santa Misa o de los oficios de la Iglesia, adoren al Pr�ncipe de las Tinieblas y participan en aquelarres (reuniones de brujos donde hacen sus maledicencias). La brujer�a est� relacionada con el satanismo.

En brujer�a y en la magia hay elementos comunes:

1-La realizaci�n de rituales o de gestos simb�licos.
2- El uso de sustancias y objetos materiales que tienen significado simb�lico.
3- Pronunciamiento de un hechizo.
4- Una condici�n prescrita del que efect�a el rito.

La brujer�a consta de rituales para hacer sus hechizos (ejercer un maleficio o atadura sobre alguien), algunos de los cuales requieren hierbas particulares. Tambi�n hay palabras de conjuro o hechizo que pueden ser escritas para obtener un mayor poder. Qui�n realiza el rito debe desear su prop�sito con todas sus fuerzas para obtener mayores efectos y algunas veces debe ayunar por 24 horas antes de realizar el rito para purificar el cuerpo.

�Es real el poder de la brujer�a?

Puede ser real, pero en muchos casos puede ser tambi�n sugesti�n de la mente, es decir pura mentira. En ambos casos est� actuando el demonio, pr�ncipe de la mentira.

La Biblia, la ense�anza de los Padres de la Iglesia y la tradici�n no dejan lugar a dudas sobre el hecho que los seres humanos tienen la libertad para pactar con el diablo el cual tiene influencia en la tierra y en las actividades humanas. Por otro lado algunos Padres como San Jer�nimo, pensaban que en muchos casos la brujer�a es sugesti�n de la mente.

La Biblia condena la brujer�a y la hechicer�a, no como falsas o fraudulentas, sino por ser una abominaci�n: "A la hechicera no la dejar�s con vida" (Exodo 22,18; Ver tambi�n Deuteronomio 18,11-12). La narrativa de la visita del rey Sa�l a la hechicera de Endor (I Reyes 28) demuestra que su evocaci�n de Samuel fue real y tuvo efecto. En Lev�tico 20,27 se lee: "El hombre o la mujer en que haya esp�ritu de nigromante o adivino, morir� sin remedio: los lapidar�n. Caer� su sangre sobre ellos". Est� claro que en estos casos se trata de un esp�ritu adivino.

El Pueblo de Israel, en muchas ocasiones, se torn� a la pr�ctica de la adivinaci�n y a la consulta de brujos, yendo as� en contra de los mandatos de Dios. (Ez 13:18-19; 2 Cron 33:6; Jer 27:9...).

El Antiguo Testamento muestra claramente como los Israelitas y sus vecinos paganos estaban conscientes de la brujer�a y la magia. En el libro de �xodo 7:11 leemos que el Fara�n: "llam� a todos los sabios y adivinos. Y ellos tambi�n, los magos de Egipto, hicieron las mismas cosas (que Mois�s) por medio de sus artes secretas".

El Primer Mandamiento condena la brujer�a, la magia y todo tipo de adivinaci�n: "Yo Soy el se�or tu Dios...no tendr�s dioses extra�os delante de mi" (Ex 20:2-3).

El Nuevo Testamento igualmente condena la brujer�a como una realidad perversa: (G�latas 5,20; 13,6; Apocalipsis 21,8; 22,15). El mago Sim�n era practicante de la magia pero le dio envidia de los Ap�stoles al ver que la gente recib�a el Esp�ritu Santo cuando ellos impon�an las manos. Ofreci� dinero a los Ap�stoles para que le ense�aran como hacer esto y Pedro le contest�: "...t� coraz�n no es recto delante de Dios. Arrepi�ntete , pues, de esa tu maldad..." (Hechos 8:9-22).

La brujer�a opera con poder sat�nico (dado por Satan�s). Se trata de los poderes que oprimen a los hombres y que Jesucristo confront� hasta morir y resucitar para librarnos de ellos. Su victoria no nos evita la lucha contra el maligno sino que nos da la fuerza para vencerlo si tenemos fe.

Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Esp�ritus del Mal que est�n en las alturas. Efesios 6:12

Debemos evitar tanto el exagerar como el minimizar el poder de Satan�s. En una guerra es esencial conocer las fuerzas contrarias y saber como vencerlas. Satan�s tiene poder para tentar y asediar a los fieles, pero su poder no es comparable al de Dios Todopoderoso. Satan�s puede causar persecuciones y hasta el martirio de los fieles. La victoria de los santos no est� en vivir sin pruebas sino en vencerlas manteni�ndose fieles a Dios.

El demonio existe y entra en relaci�n con aquellos que lo buscan. Como recompensa a qui�n le ofrece culto, el demonio otorga poderes preternaturales para obtener poder, fama, dinero, influencia, es decir las cosas que desea la carne. Por medio de la brujer�a se puede llegar a lograr el �xito en el mundo profesional ya sea como artista, profesional, militar, pol�tico, etc. Estas personas pueden parecer muy atractivas y tener un gran don de ganarse a la gente hasta el punto de atraer grandes multitudes y convertirse en dioses para sus admiradores los cuales son capaces de hacer hasta lo irrazonable por sus ellos. Los poderes del mal pueden cegar las mentes y fanatizarlas portentosamente. La brujer�a no es mera superstici�n. El demonio ciertamente arrastra hacia su reino del mal a los que se involucran en ella y a sus aduladores. Si no hay arrepentimiento y conversi�n, el final ser� el infierno.

Qu� hacer contra las brujer�as

Al enterarse de que alguien le est� haciendo un "trabajo" de brujer�a, muchas personas tienen miedo. Esto es lo que el quiere ya que por el miedo puede dominarnos. Debemos recordar que el demonio nada puede contra los que son fieles a Dios. Nuestro Padre Celestial es Todopoderoso y nos ama. El demonio s�lo puede con aquellos que no conf�an en Dios y por falta de fe est�n espiritualmente d�biles o muertos. Son como pollitos que se han alejado de la protecci�n de la gallina y se exponen al gavil�n. Por eso Jes�s nos dice:

�Cu�ntas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina re�ne a sus pollos bajo las alas, y no hab�is querido! Mateo 23:37

Qui�n est� amenazado por brujer�as que recurra al Se�or por protecci�n y no tema. Debe poner en Dios toda su confianza y practicar su fe, no por miedo a la brujer�a sino por convicci�n: acercarse a los sacramentos, la oraci�n personal y pedir a los hermanos que oren por �l. La gracia del Se�or jam�s faltar� a qui�n la busque.

Jam�s debemos ir a otro brujo para "defendernos". Eso ser�a caer en la trampa del demonio haciendo lo que �l quiere: que desconfiemos de Dios para que recurramos a �l.

Muchas veces las personas recurren a la brujer�a en momentos de desesperaci�n, cuando creen que es el �ltimo recurso que les queda. En esos momento vulnerables alguien les ofrece la brujer�a como una soluci�n f�cil. Como cat�licos jam�s recurrimos a ning�n medio espiritual fuera de Dios. Cuando pedimos la intercesi�n de los santos, por ejemplo, no buscamos una v�a alterna sino que buscamos su ayuda tan solo y precisamente para mantenernos fieles al Se�or como ellos lo hicieron. Hay dos familias: la de Dios y la del demonio. Cada uno recurre a los miembros de la suya. Pidamos a Dios que prefiramos morir antes de buscar algo del demonio.


Fantas�as en torno a la brujer�a

Aunque es cierto que en la brujer�a hay acci�n diab�lica, la gente ignorante y supersticiosa ha creado much�simas f�bulas y supersticiones: Brujas que vuelan sobre una escoba, encantaciones que transforman a la v�ctima en un sapo... Estas fantas�as no son causadas por la religi�n, sino al contrario, ocurren por faltar la aut�ntica fe.

En el trabajo "De ecclesiasticis disciplinis" atribuido a Regino de Prum (906 d.C.), en la secci�n 364, critica a "ciertas mujeres" que "seducidas por ilusiones y fantasmas de demonios, creen y abiertamente profesan que en plena noche ellas viajan sobre ciertas bestias junto con la diosa pagana Diana y una cantidad innumerable de mujeres, y que en estas horas de silencio vuelan sobre vastas expansiones de terreno y la obedecen como se�ora..." Regio se lamenta que ellas llevan a esas fantas�as y por lo tanto al paganismo a mucha gente (innumera multitudo). Concluye que es "el deber de los sacerdotes ense�ar a la gente que estas cosas son absolutamente falsas... implantadas por el maligno"

Falsas acusaciones y crueldades contra presuntos brujos y brujas.

Lamentablemente no siempre se sigui� el consejo de Regino de Prum. La brujer�a se convirti� en escape para culpar de cualquier cosa, hasta desastres naturales y epidemias. Pero existieron otras razones, entre ellas el poder y el inter�s de crear causa contra enemigos. El resultado fue la persecuci�n y "caza de brujas" en que se enjuiciaron y condenaron a muerte injustamente a muchas personas, casi siempre las m�s indefensas. Quiz�s el caso m�s famoso es el de Santa Juana de Arco qui�n, acusada de bruja, muri� quemada. Nos sirve para elucidar los intereses de poder, venganza y maldad que daban lugar a las persecuciones de brujas.

La persecuci�n de las brujas comienza con el poder secular. El Imperio Romano, en el siglo III, castigaba con la pena de la hoguera a los que causaran la muerte de alguien con sus encantamientos (Julius Paulus, "Sent.", V, 23, 17). En el siglo IV, la legislaci�n eclesi�stica quiso atenuar la severidad del estado. El Concilio de Elvira (306), Canon 6, rehus� el Vi�ticum a aquellos que matasen con una encantaci�n (per maleficium) y a�ade que tal crimen no pod�a efectuarse "sin idolatr�a", ya que el culto al demonio es idolatr�a. El canon 24 del Concilio de Ancyra (314) impuso cinco a�os de penitencia a los que consulten magos. Penas similares fueron establecidas por el concilio oriental en Trullo (692).

En los primeros trece siglos de la era cristiana no se dieron por lo general las crueles persecuciones y cazas de hechiceros que aparecieron m�s tarde. Mientras el estado permit�a la tortura contra los hechiceros, el Papa Nicol�s I (d.C. 866) la prohibi�. Una ordenanza similar aparece en los Decretos Pseudo-Isidoros. Pero la Iglesia no pudo eliminar la tortura y otros abusos que est�n arraigados en el coraz�n del hombre. Llevar el nombre de cristiano no es suficiente para comportarse como tal.

En muchas ocasiones el clero habl� con autoridad para evitar las acusaciones fan�ticas y abusivas. Entre ellos San Agobardo, arzobispo de Lyon (m. 841) quien escribi� "Contra insulsam vulgi opinionem de grandine et tonitruis" (contra las necias creencias de la gente sobre el granizo y el rayo) (P.L., CIV, 147). El Papa Gregorio VII en 1080 escribi� al Rey Harold de Dinamarca prohibiendo que las brujas fueran sentenciadas a muerte.

La Inquisici�n

En la segunda mitad del siglo XIII, la reci�n instituida Inquisici�n Papal comenz� a imponer cargos de hechicer�a. Alejandro IV, orden� (1258) que los inquisidores deb�an limitar sus intervenciones a casos con alguna clara presunci�n de creencias her�ticas (manifeste haeresim saparent). Pero como la brujer�a, con sus pr�cticas diab�licas, est� muy ligada a la herej�a, la persecuci�n de brujas no se evit�.

En Toulouse, sede de la herej�a de los C�taros, fue donde en 1275 se dio el primer caso conocido de una bruja llevada a la hoguera por la sentencia jur�dica de un inquisitor (Hugues de Baniol Cauzons, "La Magic", II, 217). La mujer "confes�" haber dado a luz a un monstruo, producto de su relaci�n carnal con esp�ritus malignos, y haberlo alimentado con carne de infantes que se procuraba en expediciones nocturnas. La posibilidad de relaciones carnales entre seres humanos y demonios era aceptada por algunos grandes te�logos como Santo Tom�s y San Buenaventura, sin embargo en la Iglesia prevalec�a el sentir contrario. Un testigo poco amistoso con la Iglesia, Riezler (Hexenprozesse en Bayern, p. 32) reconoce que "entre los representantes oficiales de la Iglesia, esta tendencia m�s saludable prevaleci� hasta los umbrales de la epidemia del juicio de brujas, o sea, hasta avanzado el siglo XVI". En el S�nodo Provincial de Salzburgo de 1569 (Dalham, "Concillia Salisburgensia", p. 372), hubo una fuerte tendencia a prevenir la imposici�n de la pena de muerte en acusaciones de brujer�a, insistiendo que estas son ilusiones diab�licas.

Pero no hay duda de que en el siglo XIV algunas constituciones papales de Juan XXII y Benedicto XII (cf. Hansen, "Quellen und Untersuchungen", pp. 2-15) impulsaron a los inquisidores a realizar enjuiciamientos por brujer�a y otras pr�cticas m�gicas, especialmente en el sur de Francia. En un juicio a gran escala en Toulouse en 1334, en el que se procesaron a 63 personas por ofensas de este tipo, 8 fueron entregadas al poder secular para ser quemadas. El resto fueron a prisi�n de por vida o con largas sentencias. Dos de las condenadas, ambas mujeres mayores, despu�s de ser torturadas, confesaron haber asistido a un aquelarre de brujas, haber all� adorado al demonio y ser culpables de indecencias con �l y otras personas presentes, y haber comido carne de infantes. (Hansen, "Zauberwahn", 315; y "Quellen und Untersuchungen", 451). En 1324 Petronilla de Midia fue quemada en Irlanda por recomendaci�n de Richard, Obispo de Ossory. Durante este per�odo, las cortes seculares acusaban y enjuiciaban por brujer�a con igual o mayor severidad que los tribunales eclesi�sticos. Se usaba la tortura y la hoguera.

No se conoce qu� enjuiciamientos de este tipo se llevaron a cabo en Alemania por inquisitores papales durante los siglos XIII y XIV. Alrededor del a�o 1400 encontramos muchos enjuiciamientos de brujas en Berna, Suiza, a manos de Pedro de Gruy�res, que, a pesar de lo que dice Riezler, era sin lugar a dudas un juez secular (Hansen, "Quellen, etc.", 91 n.). Tambi�n jueces seculares en Valais (1428-1434) mataron 200 brujas; y en Briancon en 1437 m�s de 150. Las v�ctimas de los inquisitores -ej. en Heidelberg en 1447 o Savoya en 1462- parecen no haber sido tan numerosas.

Algunos escritores han pensado que la bula "Summis desiderantes affectibus", del Papa Inocencio VIII (1484), fue responsable por la fiebre contra las brujas. Esto no es cierto ya que las campa�as anti-brujas preceden a esta bula, la cual no contiene nada nuevo. Su efecto fue m�s bien el de ratificar el poder ya conferido a los inquisitores Enrique Institoris y Santiago Sprenger, para tratar con cr�menes de brujer�a y herej�a y pedir al Obispo de Estrasburgo que apoye a los inquisitores. Esta bula papal, sin embargo, no pronuncia ninguna decisi�n dogm�tica. Quiz�s el libro "Malleus Maleficarum" (el martillo de las brujas), publicado unos dos a�os despu�s por los mismos inquisitores, fue el que m�s incit� al enjuiciamiento de brujas. Pero los enjuiciamientos de brujas en los siglos XVI y XVII fueron en su mayor�a hechos por el poder secular.

La Reforma Protestante ante la caza de brujas.

Lucero, Calvino y sus seguidores acentuaron la creencia popular en el poder del demonio en la brujer�a y otras pr�cticas m�gicas. Lutero, basado en su interpretaci�n del mandamiento b�blico, abog� por la exterminaci�n de las brujas. "La Historia del Pueblo Alem�n" de Janssen, argumenta con muchas pruebas (cap�tulos IV y V, del �ltimo volumen -vol. XVI de la edici�n inglesa), que una gran responsabilidad por la caza de brujas recae en los Reformadores.

El c�digo penal conocido como "Carolina" (1532), decret� que la hechicer�a debe ser tratada como una ofensa criminal en el imperio Alem�n, y si caus� da�o a alguna persona la bruja deb�a ser quemada. Hubo mayor actividad de cacer�a de brujas en los distritos protestantes de Alemania que en las provincias cat�licas. Ejemplos de ello son Osnabruck y Wolfenbuttenl. En Osnabruck, en 1583, se quemaron 121 personas en tres meses. En Wolfenbuttenl en 1593 se llegaron a quemar hasta diez brujas en un d�a. Pero hasta el 1563 no se hizo una resistencia eficaz a la persecuci�n, y fue a trav�s de un protestante de Cleues, Juan Weyer. Se le unieron las protestas de Ewich y Witekind.

En el debate sobre las brujas hab�a cat�licos y protestantes en ambos lados. Quiz�s la protesta m�s efectiva contra la caza de brujas fue la del jesuita Friedrich von Spee, qui�n en 1631 public� "Cautio criminalis".

La persecuci�n ocurri� en muchos pa�ses

La persecuci�n de brujas se extendi� por muchos pa�ses. En el siglo XVI los tribunales seculares en Roma llevaron a cabo enjuiciamientos. En Inglaterra y Escocia tambi�n hubo persecuciones pero no hay cifras precisas sobre las ejecuciones. Seg�n escribi� Howell en 1648, s�lo en Essex y Suffolk hubo cerca de 300 brujas procesadas en dos a�os, la mayor�a ejecutadas.

El Papa Gregorio XV, en su constituci�n "omnipotentis" (1623), recomend� un procedimiento m�s clemente y en 1657 una instrucci�n de la inquisici�n amonest� con eficacia la crueldad de las persecuciones. Al final del siglo XVII la persecuci�n comenz� a reducirse en casi en todo el mundo y al principio de XVIII pr�cticamente cesaron. El �ltimo juicio por brujer�a en Alemania fue en 1749 en Wurzburg, pero en Suiza una ni�a fue ejecutada como bruja en el cant�n protestante de Glarus en 1783.

En los Estados Unidos, Cotton Mather, en su "Maravillas del Mundo Invisible" (1693), cuenta que 9 ejecuciones de brujas ocurrieron en Nueva Inglaterra. En la actualidad Estados Unidos celebra Halloween el 31 de octubre (la v�spera del d�a de todos los santos), en que se recuerdan las historias de brujas de una forma fantasiosa. Se acostumbra a disfrazarse, preferiblemente de brujas, duendes, monstruos o cualquier cosa que de miedo, y se reviven los cuentos de brujas. En el ambiente materialista de la actualidad se hace de todo ello una broma, pero en el fondo opera tambi�n un deseo pagano de llenar un vac�o espiritual.

No hay pruebas sobre las alegaciones de que algunas mujeres fueron enjuiciadas formalmente en M�xico a finales del siglo XIX (ver Stimmen aus Maria-Laach, XXXII, 1887, p. 378).

Un gran n�mero de ellas confesaron espont�neamente, aparentemente sin amenazas, haber participado, en pr�cticas sat�nicas. Adem�s, el pleno reconocimiento de culpa parece constantemente haber sido confirmado justo antes de la ejecuci�n, cuando el acusado no ten�a nada que ganar o perder con la confesi�n. Esto puede atribuirse en muchos casos a razones psicol�gicas y, claro est�, no justifica la pr�ctica de pena de muerte.

Conclusi�n

Los males que sufre la humanidad son fruto de su apertura al demonio por el pecado. Una forma extrema de esa relaci�n es la brujer�a. Se llega a pactar con �l y a buscar su intervenci�n. La ense�anza de la Biblia, los Padres de la Iglesia y la tradici�n concuerdan en que la brujer�a es real y digna de condenaci�n. Jesucristo vino para vencer y atar al demonio. Con frecuencia se enfrent� directamente con �l para reprimir su actividad sobre sus v�ctimas. El tiempo entre la primera y segunda venida del Se�or es de gran batalla espiritual y nos involucra a todos.

Por muchos siglos y en muchas naciones, la ignorancia, la crueldad y falta de justos procesos judiciales llevaron a terribles persecuciones, falsas acusaciones y la matanza de muchos acusados de brujer�a. Hechos injustificados y deplorables.

En la actualidad hemos ca�do en el extremo opuesto: se niega la realidad de la actividad sat�nica y, por ende, de la brujer�a.

Como cristianos debemos seguir el camino de Jesucristo qui�n rechaza el pecado pero ama al pecador. La ense�anza de Jes�s en el caso de la mujer sorprendida en adulterio se aplica tambi�n a la brujer�a como a cualquier pecado. El camino de Jes�s no es la condenaci�n al estilo de los que se propon�an apedrearla. Tampoco es la actitud de los que hoy pretenden que no existe el pecado. Eso ser�a abandonarla sumida en su desgracia. El camino de Jes�s es el amor que defiende de la crueldad y llama a una vida nueva, libre de pecado. El mal no se vence matando sino ayudando con amor y verdad a salir del pecado. El Se�or nos ense�a a amar a nuestros enemigos. El amor de Dios es m�s fuerte que la maldici�n de todos los brujos del mundo. Una gota de su Preciosa Sangre tiene poder para disipar el m�s enfurecido ataque diab�lico.

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